Durante el primer tercio del siglo XX dos tendencias
dominan la escena española, un teatro tradicional y de consumo y un teatro
innovador con rasgos marginales y con una relativa influencia en el conjunto
del panorama teatral.
- Un teatro poético de tendencia modernista en el que hay
que citar autores como Eduardo Marquina, Francisco Villaespesa, o los hermanos
Machado.
- Un teatro cómico en el que Carlos Arniches, el creador
del género chico es la figura indiscutible. Sus sainetes, La chica del gato,
¡Qué viene mi marido! etc. mezclan el cuadro de costumbres y el conflicto
sentimental, dentro de una idealización populista y con un lenguaje casticista.
- El teatro de Benavente, un teatro realista y comedido
frente al neorromántico de José Echegaray, que triunfaba en ese momento. Fue el
teatro de la burguesía desde 1896 en que estrena Gente conocida, hasta su
última obra, Titania, 1946. Se caracteriza por la falta de conflictos graves y
por su suave crítica social. En su obra maestra, Los intereses creados se
aparta del esquema habitual.
- Algunos autores de la generación del 98 hacen los
primeros intentos por renovar el anquilosado teatro comercial. Entre ellos
destaca Unamuno, que considera el teatro como método de conocimiento y que hace
unos dramas en esqueleto, a los que llama drumas como El otro o El hermano
Juan; Joaquín Grau, con El señor de Pigmalión, Azorín que hace un teatro
antirrealista, carente de tensión; Ramón Gómez de la Serna, que en Los medios
seres, utiliza técnicas claramente vanguardistas.
- Los dos grandes renovadores de esta época son
Valle-Inclán y García Lorca. Valle-Inclán empezó a escribir teatro en 1905 y
durante 20 años fue su principal ocupación. Para él, el teatro es un
espectáculo total, usa técnicas cinematográficas y experimenta constantemente.
Expresa su repulsa ante la sociedad contemporánea de dos maneras: o mediante la
evasión artificiosa o con el sarcasmo más mordaz. Su teatro se puede clasificar
como:
1º) modernista: El Marqués de Bradomín.
2º) ciclo mítico: Comedias bárbaras, las fuerzas del mal
y la destrucción libres por el mundo. En Divinas Palabras, el despliegue del
mal y la fuerza del lenguaje anuncia lo que será el ciclo siguiente:
3º) el esperpento caracterizado por la deformación y el
efectismo. Un teatro relacionado con el expresionismo y con el movimiento dadá.
Los más famosos esperpentos son, el primero Luces de Bohemia y los que componen
Martes de Carnaval.
4º) Por último las farsas, en las que degradación de la
realidad llega al máximo como en Farsa y Licencia de la Reina castiza. Aunque
autores como Pedro Salinas, Rafael Alberti, Miguel Hernández, o Max Aub,
intentan renovar el teatro según fórmulas vanguardistas hay que llegar a Lorca
para encontrar un teatro renovador, de calidad y con éxito de público.
En el teatro de Lorca se da una profunda unidad entre
teatro y poesía, por eso a cada ciclo poético le corresponde un ciclo teatral.
Según el Diccionario de la Real Academia (DRAE):
«esperpento (de origen incierto): Hecho grotesco o
desatinado. Género literario creado por Ramón del Valle-Inclán, escritor
español de la generación del 98, en el que se deforma la realidad, recargando
sus rasgos grotescos, sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje
coloquial y desgarrado. Persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala
traza.»
El esperpento como técnica literaria se caracteriza por
buscar una deformación sistemática de la realidad, intensificando sus rasgos
grotescos y absurdos, y por una degradación de los valores literarios
consagrados. En Luces de Bohemia, Valle-Inclán compara la estética del
esperpento con el efecto deformador de la imagen que producen los espejos
cóncavos del Callejón del Gato en Madrid.
La técnica del esperpento en literatura equivale al
estilo de Goya en la pintura. Los esperpentos de Valle-Inclán son obras que
presentan la realidad deformada o vista en un espejo cóncavo. La teoría del
esperpento fue expuesta por Valle en Los Cuernos de Don Friolera y en Luces de
Bohemia, así como en una entrevista en 1928 para el diario ABC. Valle describe
tres formas de enfrentarse a los propios personajes:
a) desde abajo,
mirándolos como héroes sobrehumanos como en la tragedia griega;
b) de frente,
mirando a los personajes como a semejantes al modo de la novela del siglo XIX o
de los obras dramáticas de Shakespeare;
c) desde arriba,
desde la perspectiva del titiritero que mira a sus muñecos, mirada que para
Valle era la más española, era la mirada de Cervantes sobre Don Quijote, la de
Quevedo sobre el Buscón y la de Goya en sus Disparates.
El esperpento no es tanto un nuevo género literario como
de un nuevo criterio estético: la única forma de presentar una realidad es
distorsionándola sistemáticamente para mostrar sus aspectos más grotescos y
absurdos, obligando así al espectador a adoptar una nueva postura ante el mundo
que le rodea. Es la distorsión de la imagen que produce un espejo cóncavo.
Los personajes de la serie esperpéntica son gentes
marginadas, oscuras, deformes, que poseen, sin embargo, la lucidez del bufón. Lo
grotesco parece funcionar de modo gratuito. Esperpento es el triunfo del
absurdo y el fracaso del humanismo ingenuo. “Farsantes” llama Valle-Inclán a
los trágicos. La deformación esperpéntica, al ser sistemática y matemática,
deja de serlo. El autor es el demiurgo que juega con el caos y lo estructura.
El esperpento de Valle-Inclán entronca con las corrientes
estéticas de Europa, tales como el expresionismo en la pintura, las parodias
grotescas de los futuristas italianos, el movimiento Dadá surgido durante la
Primera Guerra Mundial y caracterizado por la expresión de una protesta
nihilista contra la totalidad de los aspectos de la cultura occidental, o el
surrealismo.
El esperpento está en el centro entre dos extremos: la
tragedia y el disparate.