jueves, 8 de mayo de 2014

Contextualización literaria.

Durante el primer tercio del siglo XX dos tendencias dominan la escena española, un teatro tradicional y de consumo y un teatro innovador con rasgos marginales y con una relativa influencia en el conjunto del panorama teatral.
-Teatro tradicional:
- Un teatro poético de tendencia modernista en el que hay que citar autores como Eduardo Marquina, Francisco Villaespesa, o los hermanos Machado.
- Un teatro cómico en el que Carlos Arniches, el creador del género chico es la figura indiscutible. Sus sainetes, La chica del gato, ¡Qué viene mi marido! etc. mezclan el cuadro de costumbres y el conflicto sentimental, dentro de una idealización populista y con un lenguaje casticista.
- El teatro de Benavente, un teatro realista y comedido frente al neorromántico de José Echegaray, que triunfaba en ese momento. Fue el teatro de la burguesía desde 1896 en que estrena Gente conocida, hasta su última obra, Titania, 1946. Se caracteriza por la falta de conflictos graves y por su suave crítica social. En su obra maestra, Los intereses creados se aparta del esquema habitual.
-Teatro innovador:
- Algunos autores de la generación del 98 hacen los primeros intentos por renovar el anquilosado teatro comercial. Entre ellos destaca Unamuno, que considera el teatro como método de conocimiento y que hace unos dramas en esqueleto, a los que llama drumas como El otro o El hermano Juan; Joaquín Grau, con El señor de Pigmalión, Azorín que hace un teatro antirrealista, carente de tensión; Ramón Gómez de la Serna, que en Los medios seres, utiliza técnicas claramente vanguardistas.
- Los dos grandes renovadores de esta época son Valle-Inclán y García Lorca. Valle-Inclán empezó a escribir teatro en 1905 y durante 20 años fue su principal ocupación. Para él, el teatro es un espectáculo total, usa técnicas cinematográficas y experimenta constantemente. Expresa su repulsa ante la sociedad contemporánea de dos maneras: o mediante la evasión artificiosa o con el sarcasmo más mordaz. Su teatro se puede clasificar como:
1º) modernista: El Marqués de Bradomín.
2º) ciclo mítico: Comedias bárbaras, las fuerzas del mal y la destrucción libres por el mundo. En Divinas Palabras, el despliegue del mal y la fuerza del lenguaje anuncia lo que será el ciclo siguiente:
3º) el esperpento caracterizado por la deformación y el efectismo. Un teatro relacionado con el expresionismo y con el movimiento dadá. Los más famosos esperpentos son, el primero Luces de Bohemia y los que componen Martes de Carnaval.
4º) Por último las farsas, en las que degradación de la realidad llega al máximo como en Farsa y Licencia de la Reina castiza. Aunque autores como Pedro Salinas, Rafael Alberti, Miguel Hernández, o Max Aub, intentan renovar el teatro según fórmulas vanguardistas hay que llegar a Lorca para encontrar un teatro renovador, de calidad y con éxito de público.
En el teatro de Lorca se da una profunda unidad entre teatro y poesía, por eso a cada ciclo poético le corresponde un ciclo teatral.

Según el Diccionario de la Real Academia (DRAE):
«esperpento (de origen incierto): Hecho grotesco o desatinado. Género literario creado por Ramón del Valle-Inclán, escritor español de la generación del 98, en el que se deforma la realidad, recargando sus rasgos grotescos, sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje coloquial y desgarrado. Persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza.» 
El esperpento como técnica literaria se caracteriza por buscar una deformación sistemática de la realidad, intensificando sus rasgos grotescos y absurdos, y por una degradación de los valores literarios consagrados. En Luces de Bohemia, Valle-Inclán compara la estética del esperpento con el efecto deformador de la imagen que producen los espejos cóncavos del Callejón del Gato en Madrid.
La técnica del esperpento en literatura equivale al estilo de Goya en la pintura. Los esperpentos de Valle-Inclán son obras que presentan la realidad deformada o vista en un espejo cóncavo. La teoría del esperpento fue expuesta por Valle en Los Cuernos de Don Friolera y en Luces de Bohemia, así como en una entrevista en 1928 para el diario ABC. Valle describe tres formas de enfrentarse a los propios personajes:
a)  desde abajo, mirándolos como héroes sobrehumanos como en la tragedia griega;
b)  de frente, mirando a los personajes como a semejantes al modo de la novela del siglo XIX o de los obras dramáticas de Shakespeare;
c)  desde arriba, desde la perspectiva del titiritero que mira a sus muñecos, mirada que para Valle era la más española, era la mirada de Cervantes sobre Don Quijote, la de Quevedo sobre el Buscón y la de Goya en sus Disparates.

El esperpento no es tanto un nuevo género literario como de un nuevo criterio estético: la única forma de presentar una realidad es distorsionándola sistemáticamente para mostrar sus aspectos más grotescos y absurdos, obligando así al espectador a adoptar una nueva postura ante el mundo que le rodea. Es la distorsión de la imagen que produce un espejo cóncavo.
Los personajes de la serie esperpéntica son gentes marginadas, oscuras, deformes, que poseen, sin embargo, la lucidez del bufón. Lo grotesco parece funcionar de modo gratuito. Esperpento es el triunfo del absurdo y el fracaso del humanismo ingenuo. “Farsantes” llama Valle-Inclán a los trágicos. La deformación esperpéntica, al ser sistemática y matemática, deja de serlo. El autor es el demiurgo que juega con el caos y lo estructura.

El esperpento de Valle-Inclán entronca con las corrientes estéticas de Europa, tales como el expresionismo en la pintura, las parodias grotescas de los futuristas italianos, el movimiento Dadá surgido durante la Primera Guerra Mundial y caracterizado por la expresión de una protesta nihilista contra la totalidad de los aspectos de la cultura occidental, o el surrealismo.

El esperpento está en el centro entre dos extremos: la tragedia y el disparate.

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